Noche oscura II

 
¡Oh noche, que guiaste;
oh noche amable más que el alborada;
oh noche que juntaste

Amado con amada,
amada, con el Amado transformada!

En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí quedó dormido,
y yo le regalaba
y el ventalle de cedros aire daba.

El aire del almena,
cuando yo sus cabellos esparcía,
con su mano serena
en mi cuello hería
y todos mis sentidos suspendía.

Quedéme y olvidéme,
el rostro recliné sobre el Amado;
cesó todo y déjeme,
dejando mi cuidado
entre las azucenas olvidado.
San Juan de la Cruz
 

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