El

Tan áspero era el mundo, tan hiriente,
que el lo difuminó para mis ojos.

Tan profundo era el corte que me hacían
las aristas de todo lo real,
que el decidió limarlas.

Tanto daño me hacía el movimiento
de la vida voraz,
que el lo detuvo durante un instante.

Un preciado regalo contra el mundo,
contra la realidad, contra la vida,
y contra mi tristeza.
 
M.G.

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